Hoy
vengo con las pilas cargadas y quiero hacerle un homenaje a esta
hermosa ciudad en la que vivo. A pesar de ser cordobés (otro
hermoso lugar de nuestra geografía), reconozco que Granada se levanta
poderosa y orgullosa de sí misma respaldada en siglos de historia y
cultura a sus espaldas.
En la
gastronomía granadina, que es enormemente rica, se mezclan
diferentes aportaciones, además de la morisca y la judía. Sobre
todo, las que trajeron los nuevos pobladores con productos que
anteriormente podrían estar vedados. Así aparecen, por ejemplo, las
habas con jamón que, por ser éste de Trevélez, poseen un delicado
y suave sabor.
La olla
de San Antón también es un guiso tradicional de la ciudad y su
provincia, aunque los platos más representativos de Granada sean las
salaíllas con habas, aperitivo para el día de San Cecilio o el día
de la Cruz, la famosa tortilla del Sacromonte o el remojón granaíno
de bacalao y naranja. Al margen de estas comidas y dependiendo,
claro, de la capacidad del comensal, otra propuesta interesante puede
ser degustar un plato de papas a lo pobre o de migas, mezclados ambos
con cualquier cosa, aunque se recomienda que esa cosa proceda de un
cerdo... jjaja
En el
terreno de la repostería, la cuajada de carnaval, los soplillos de
la Alpujarra y la torta real de Motril, o la extensa variedad de
dulces de los conventos como los huevos moles de San Antón, la
bizcochada de Zafra, los pestiños de la Encarnación o el hojaldre
de San Jerónimo, constituyen motivos suficientes para demostrar que,
en estos temas, la carne puede ser muy débil. La fruta emblemática
de Granada es, por supuesto, la granada, cuyo árbol está
omnipresente en cármenes y jardines. Tantas cosas podía contaros
como tiempo tardaría en contar uno a uno los granos de esa granada.
Lo mejor es ofrecerla, invitaros a probarla. A cada uno de vosotros
puede gustaros un aspecto distinto, os animo a conocer uno a uno
los “granos de Granada”.
He
bajado al supermercado a comprar y en realidad como nunca había
hecho remojón he decidido que la mejor manera era preguntarle al
pueblo, así que ni corto ni perezoso he parado a dos señoras
mayores que estaban haciendo la compra hablaban entre ellas con un
acento granaíno que quitaba el sentío.. y les he dicho: disculpen
que las moleste, pero es que querría saber si me pueden ayudar,
¿saben como hacer el remojón?, automaticamente una de ellas se ha
echado a reír y me ha dicho, ¡pues claro hijo como buenas
granaínas! Entonces les he pedido su receta y siguiendo sus
consideraciones he elaborado el plato de hoy. Así que ¡¡gracias por el aporte
señoras!!
En el
plato de hoy se aprecia como con los ingredientes más sencillos se
puede conseguir algo espectacular. También se aprecia que en la
cocina andaluza (a diferencia de la vasca o la gallega) apenas
precisamos de nada para nuestras salsas y guisos: un poquito de
aceite, unos ajos, unas hierbas, unas naranjas... Tal vez lo que
mejor ponen los andaluces en sus platos es su gracia, porque la
cocina andaluza, y con ella la granadina, es una cocina cantada, una
cocina encantada.
Vivir en
Granada es como dice la canción del El Lebrijano... “VIVIR UN
CUENTO DE HADAS, SUEÑO ENCANTADO”. Así que hoy me voy a comer
este remojón y me voy a subir a vivir mi sueño encantado por los
jardines que rodean a la medina de la alhambra.
INGREDIENTES
600 grs.
bacalao desalado.
4
naranjas
2 o 3
cebolletas tiernas.
2
dientes de ajo
100 gr.
aceitunas negras (mejor sin hueso)
3 huevos
duros
Aceite
de oliva virgen extra
Vinagre
ELABORACIÓN
Asar
ligeramente y dejarlo enfriar. A continuación desmigaremos el
bacalao y lo echaremos en una fuente.
Pelamos
las naranjas, le quitamos la piel blanquecina y los huesos y las
troceamos. A continuación picamos muy fino las cebolletas y los
ajos.
Disponemos
la naranja, la cebolleta y el ajo sobre las migas de bacalao.
Aliñamos con aceite, vinagre y sal (esta última con cuidado, porque
el bacalao sigue teniendo sal).
Añadimos
las aceitunas negras y decoramos con los huevos cocidos partidos en
cuartos.
Dejamos
reposar para que se mezclen los sabores: bien a temperatura ambiente
o bien en el frigorífico.
Lista y
a la mesa a disfrutar.
José
López