Discutían al lado del fogón el cucharón, la cazuela, el cuchillo y un par de platos.
El
cucharón colgaba de su gancho y, porque veía más que ninguno,
criticaba a quien se le ponía a tiro. Esta vez fue la cazuela. “eres
de fondo oscuro y quién sabe si sucio”, le decía, “provoca
hasta miedo asomarse dentro de ti”.
Pero
en esta cocina nadie se callaba cuando le incordiaban... “anda que
tú”, le espetaba la cazuela. “No conozco a nadie con menos fondo
y capacidad. Dime, ¿qué puedes dar?”
El
cuchillo se picó por los comentarios, y como no se cortaba un pelo,
dejó caer.. “¿para qué hace falta tener fondo? mejor es tener la
capacidad de introducirse en las cosas y mirarlas por dentro”.
“¡Yo
jamás me acercaría a ti!”, dijo la olla en un grito, “rallar es
lo menos que le haces a las cosas”.
Y
cómo no iba a intervenir el más engreído de la cocina, el más
mirado en la mesa, el plato: “La perfección consiste en albergar
dentro de ti una cantidad proporcionada de alimentos que queden
perfectamente dispuestos… puro arte, diría yo”.
La
discusión hubiera continuado indefinidamente si no llega a entrar el
cocinero en la cocina. Con amor y eficacia, manejó hábilmente todos
los utensilios y compuso un exquisito manjar. El cucharón, la olla,
el cuchillo, el plato y todos los demás útiles cumplieron su
función.
Cuando,
tras el trabajo, recibían un relajante y merecido baño en el
lavavajillas, todos (los que tenían fondo y los que no, los que
cortaban y los que no, los escondidos en los cajones o los que
estaban de cara al público) se preguntaban por qué se empeñaban en
ver los aspectos negativos de los demás, si al final debían
reconocer su interdependencia y su valiosa participación en el
suculento resultado final.
Moraleja:
Trabajemos todos en equipo, dándonos importancia, respeto,
compañerismo y obtendremos el fruto, el plato, hoy tú receta,
mañana la mía…
El origen de las empanadas es incierto: comunidades judías, musulmanas y cristianas se atribuyen el mérito. Si algo está claro es que tradicionalmente han sido típicas de Semana Santa y ya sea en época de Cuaresma o plena Semana Santa han sido desde tiempo inmemoriales preparadas y transmitidas de madres a hijas siguiendo la tradición. Las abuelas las hacían la víspera de los días festivos y así tenían parte de la comida preparada.
Cuando
estuve en Palma comí las típicas de carne con guisantes en una
panadería de un pueblo perdido en el centro de la isla, una señora
mayor estaba detrás del mostrador repleto de ensaimadas y empanadas
que derrochaban tradición y buen hacer. Hoy he querido versionar las
tradicionales pues estas no son iguales sino parecidas y de diferente
elaboración. Aprovechando que he venido al pueblo a pasar las
vacaciones, el relleno lo he preparado con unos estupendos espárragos
trigueros y verduras del huerto. Pocos ingredientes pero de calidad,
ese es el secreto.
INGREDIENTES
Para
el relleno:
2
sobremuslos de pollo deshuesados
2
tomates hermosos maduros
1
manojo de espárragos trigueros
2
cebollas medianas
3
dientes de ajo
Aceite
de oliva
Sal
Para
la masa:
600
gr. de harina fuerte
200
ml. de agua tibia
40
gr. de levadura prensada
150
gr. de aceite del rustido
sal
ELABORACIÓN
Primeramente
haremos el relleno.
Pelar
y laminas los ajos, cortar las verduras en trozos grandes, a mi
personalmente me gustan trozos grandes pues cuando me como una
empanada me gusta encontrarme tropezones de los ingredientes que la
constituyen.
Poner
una sartén al fuego con bastante aceite de oliva y sofreír las
verduras por riguroso orden de sequedad, en primer lugar ajos, luego
cebolla, esparragos y finalmente tomate. Pasados diez minutos de
cocción agregar los sobremuslos de pollo también cortados a trozos,
salar y dejar cocer a fuego vivo durante unos minutos más hasta que
el pollo esté hecho sin quitarle el ojo de encima pues hay que
remover constantemente.
Cuando
esté hecho apartar del fuego y añadir tres yemas de huevo
revolviendo bien para que se integren con los demás ingredientes,
colocar sobre un escurridor para que decante el aceite y mientras
tanto manos a la masa.
Para
la masa tamizar en primer lugar la harina, mezclar el agua templada
con la levadura y diluir. Hacer un volcán con la harina en un bol e
ir agregando el agua a medida que removemos con una espátula, de
seguido agregar el aceite y la sal. Resultará una masa de textura
grasa y moldeable que no debe de pegarse.
Volcar
la masa sobre la superficie de trabajo y comenzar con el amasado,
suave, delicado y constante durante unos 10 minutos en los que la
masa irá cogiendo firmeza y brillo. Bolear y dejarla reposar en un
cuenco grande tapada con un paño húmedo por espacio de hora y media
en un lugar cálido.
Pasado
ese tiempo volcar nuevamente la masa sobre la superficie de trabajo,
apretar con los dedos para desgasificar y amasarla ligeramente 1
minuto, cortar porciones del tamaño de un huevo y hacer bolitas.
Ir
depositando las bolitas encima de un trozo de papel de horno y
trabajar con las manos: hacer un hoyo con el pulgar en el centro,
irlo agrandando apretando sobre las paredes y la base de la masa
haciéndola girar junto con el papel sobre la mesa.
Una
vez hecha la base, rellenar con el pollo y verduras. De seguido coger
un pegotillo de masa del tamaño de una nuez y hacer un círculo del
tamaño de la empanada con ayuda del rodillo, esto será la tapa.
Ponerlo encima y juntar con los bordes apretando con los dedos pulgar
e índice y pellizcando haciendo girar la masa. Finalmente hacer un
agujero en el centro para que pueda escapar el vapor durante la
cocción y pintar la empanada con aceite del rustido y la ayuda de un
pincel de cocina.
Una
vez hechas todas las empanadas cocer al horno precalentado a 180ºC
durante media hora vigilando de que no se doren mucho.
Ses
panades ja son cuites...!!!