Hace
tiempo, se ve que en la cocina de la abuela se produjo un gran
revuelo. Las especias y los condimentos, aprovechando que la abuela
había ido con el abuelo a pasar un chequeo médico, se habían
puesto a discutir para ver cuál era el mejor de todos.
–Yo
soy el más deseado (dijo el pimentón de la Vera) ¿No veis que
estupendo color que tengo? El abuelo, cuando cocina, me pone sobre el
pulpo con un poco de aceite de oliva. Dice que el pulpo así, es la
comida favorita de los dioses.
–¿No
te acercaste nunca a mí? (retrucó la nuez moscada) mi aroma es
¡¡indescriptible!! La señora abre el frasco sólo para olerme.
Ella dice que sin nuez moscada, no se puede comer la bechamel. ¡Hasta
la escuché comentar con las vecinas una tarde que vinieron a tomar
café, que quería conseguir un perfume con mi aroma!
–Yo
soy mucho mejor (dijo la pimienta en grano) para Navidad, cuando
preparan pavo, sino estoy yo, no lo pueden hacer. Es la comida
preferida del hijo mayor. Una vez agarró el frasco y dijo: ¿cómo
puede ser que estos pequeños granos den tanto sabor a ese pavo?
Y
así... una por una, las especias y los diversos condimentos fueron
hablando acerca de sus colores y de sus aromas, tratando de demostrar
delante de los demás, que ellos eran estupendos e indispensables:
las hojas de laurel, el romero, el tomillo, el azafrán, la vainilla,
el ajonjolí, la matalahúva…
Sólo
la sal permanecía callada. Claro, ¿qué podía decir ella? pálida
y sin aroma. Ninguno de los que pasaban por la cocina decía algo de
su color y menos aún abría el frasco para olerla.
Casi
sin darse cuenta se les pasó la tarde en ese debate que parecía que
no iba a tener fin. De pronto, la abuela entró a la cocina, estaba
con una de sus nietas y ya habían vuelto de hacer la visita al
médico. Estaba de muy mal humor porque el doctor le había prohibido
comer con sal.
–No
te preocupes abuela, puedes poner otros condimentos (le dijo la
nieta)
Las
especies hicieron silencio y escucharon con atención...
–¡No
es lo mismo! (dijo a abuela) Cualquier otro condimento le da un sabor
especial a la comida, sólo la sal no deja rastro y hace que surja el
verdadero gusto de las cosas.
Cuando
la abuela y la nieta salieron de la cocina... los condimentos dieron
por terminada la discusión entre ellos. Ya sabían cuál era el que
no podía faltar.
Por otro lado y después de este pequeño homenaje a la sal. Te diré cuales son las características para identificar el pescado fresco:
- En el punto de venta, el pescado fresco debe de estar colocado en bandejas inclinadas cubiertas por hielo constantemente.
- No son aconsejables adornos tales como perejil, col, lechuga ya que retienen impurezas o gérmenes de la superficie del pescado.
- Las zonas que se deben examinar para comprobar el grado de frescura son:
- Ojos (esféricos, salientes, transparentes y brillantes)
- Agallas (color vivo y limpio, suave y resbaladizo al tacto)
- Piel (resbaladiza, suave, brillante y limpia)
- Escamas abundantes
- Abdomen (firme y consistente)
- Han de oler a humedad limpia a mar o agua dulce según la especie.
INGREDIENTES (para 2 personas)
1 dorada de 600 gramos
1 kg de sal gorda o en escamas
Romero y tomillo
Agua
ELABORACIÓN
Pedir en la pescadería que nos limpien
la dorada de escamas, aletas y que le retiren las agallas y las
tripas (pero que la dejen entera).
Poner la sal en un recipiente y
espolvorearla con una cucharada sopera de tomillo y otra de romero,
mezclarlos bien y humeceder con un pulverizador lleno de agua.
En primer lugar coloca una base de un
dedo de grosor de esta sal sobre la fuente del horno, pon la dorada
encima y cúbrela con el resto de la sal dándole la forma del
pescado y aplastando para que quede compacta y no se vea nada de
pescado. Vuelve a pulverizar con agua.
Hornea 30 minutos aproximadamente a
180ºC.
Pasado el tiempo de horneado saca el
pescado y vuelve a pulverizar con algo de agua después rompe la
costra (que se habrá vuelto bastante dura) con ayuda de un cuchillo
o tenedor y pala de pescado, retira la capa superior de sal y la piel
se desprenderá con facilidad quedando la carne a la vista y lista
para servir.
Este pescado así preparado se sirve
generalmente en la misma fuente en la que se ha horneado pues lo
característico es que los comensales vean la dorada toda cubierta
por sal, abrirla delante de ellos y que cada uno coja su porción. Al
mismo tiempo se suele acompañar de algunas verduras al vapor o a la
parrilla y al dente.
Por muy poco esfuerzo y dinero puedes
quedar como un verdadero anfitrión/a.